2 dic 2010

¿QUÉ ES EL ECOSOCIALISMO ? - Michael Lowy

El crecimiento exponencial de la contaminación del aire en las grandes ciudades, del agua potable y del ambiente en general; el calentamiento del planeta, el principio de la fusión de los glaciales polares, la multiplicación de catástrofes "naturales"; el principio de la destrucción de la capa de ozono; la destrucción, a una velocidad creciente, de los bosques tropicales y la rápida reducción de la biodiversidad por la extinción de miles de especies; el agotamiento de tierras, su deseritficación; la acumulación de basura, principalmente nuclear, imposible de manejar; la multiplicación de accidentes nucleares y la amenza de un nuevo Tchernobyl; la contaminación de la comida, las manipulaciones genéticas, las "vacas locas", la carne con hormonas. Todas las luces están rojas: es evidente que el curso enloquecido de las ganancias, la lógica productivista y la mercantilización de la civilización capitalista/industrial nos conduce a un desastre ecológico de proporciones incalculables. No es ceder al «catastrofismo» el constatar que la dinámica del «crecimiento» infinito inducido por la expansión capitalista amenaza los fundamentos naturales de la vida humana en el planeta. (1)
¿Cómo reaccionar frente a este peligro? El socialismo y la ecología -o por lo menos, ciertas corrientes suyas- tienen objetivos comunes que implican un cuestionamiento de la autonomización de la economía, del reino de la cuantificación, de la producción como meta en sí misma, de la dictadura del dinero, de la reducción del universo social al cálculo de márgenes de rentabilidad y a las necesidades de la acumulación del Capital. Ambos defienden los valores cualitativos: el valor de uso, la satisfacción de necesidades, la igualdad social, el resguardo de la naturaleza, el equilibrio ecológico. Ambos conciben a la economía como una "pieza" en el ambiente: social para el algunos, natural para otros.
Se dice, las divergencias de fondo son las que mantienen separados a los «rojos» y a los «verdes», a los marxistas de los ecologistas. Los activistas ecologistas acusan a Marx y Engels de productivismo. ¿Se justifica esta imputación? Sí y no.
No, en la medida en que nadie denunció tanto como Marx la lógica capitalista de producción por la producción, la acumulación del Capital, riquezas y mercancías como fin en sí mismo. La misma idea de socialismo, al contrario de la miserable falsificación de los burócratas, es la de una producción de valores del uso, de bienes necesarios para la satisfacción de necesidades humanas.
El objetivo supremo del progreso técnico para el socialismo de Marx no es el crecimiento infinito de posesiones ("el tener") sino la reducción de la jornada de trabajo, y el crecimiento del tiempo libre ("el ser").
Sí, en la medida en que a menudo en los hallazgos a Marx o Engels (y más todavía en el marxismo ulterior) hay una tendencia a hacer del "desarrollo de las fuerzas productivas" el vector principal del progreso, así como una posición poco crítica hacia la civilización industrial, principalmente en su relación destructiva del medio ambiente.
En realidad, uno encuentra en los escritos de Marx y Engels elementos para nutrir estas dos interpretaciones. La cuestión ecológica es, en mi opinión, el desafío más grande para un renovación del pensamiento marxista en el umbral del siglo XXI. Ésta exige a los marxistas una revisión crítica profunda de su concepción tradicional de las "fuerzas productivas", así como una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna. Walter Benjamín fue uno de los primeros marxistas en el siglo veinte que propuso este tipo de problemas: desde 1928, en su libro Sentido único, denunciaba la idea de dominación de la naturaleza como una "instrucción imperialista" y propuso una nueva concepción de la técnica como "dominio de la relación entre la naturaleza y la humanidad". Algunos años después, en sus Tesis sobre el concepto de historia se propone enriquecer al materialismo histórico con ideas de Fourier, ese utópico visionario que había soñado "un trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, está en condiciones de aliviarla de las criaturas que duermen latentes en su seno." (2)
Hoy todavía los marxismos están lejos de haber colmado sus carencias en este terreno. Pero algunas reflexiones empiezan a atacar esta tarea. Una pista fecunda ha sido abierta por el activista ecológico y marxista americano James O'Connor: es necesario agregar a la primera contradicción del capitalismo, examinada por Marx, la existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, una segunda contradicción entre las fuerzas productivas y las condiciones de producción: los trabajadores, el espacio urbano, la naturaleza. Por su dinámica expansionista, el Capital pone en peligro o destruye sus propias condiciones, empezando con el ambiente natural -una posibilidad que Marx no había tenido suficientemente en consideración. (3)
Otro interesante acercamiento es sugerido en un reciente texto de un ecomarxista italiano: "La fórmula según la cual se produce una transformación de las fuerzas potencialmente productivas en fuerzas eficazmente destructivas, especialmente respecto al ambiente, nos parece más conveniente y más significante que el esquema muy conocido de la contradicción entre fuerzas productivas (dinámicas) y relaciones de producción (que las encadenan a las primeras). Por otra parte, esta fórmula permite dar una fundamento crítico y no apologético al desarrollo económico, tecnológico, científico, y por consiguiente para elaborar un concepto de progreso 'differentié' [diferenciado] (E. Bloch). (4)
Que sea marxista o no, el movimiento obrero tradicional en Europa -los sindicatos, partidos socialdemócratas y comunistas- permanece profundamente marcado aún por la ideología del "progreso" y por el productivismo, y, en ciertos casos, defiende, sin mayor cuestionamiento, la energía nuclear o la industria automotriz. Es verdad que un principio de sensibilización ecologista está en proceso de desarrollarse, principalmente en los sindicatos y partidos de izquierda en los países nórdicos, en España, en Alemania, etc.

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